En el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo.
Eh, tú, habla bajito, que estamos en una iglesia. No ves que hay gente que está rezando.
Usted perdone. Ya nos vamos, a ver si nos da el aire.
En uno de los siete Aspas que se distribuyen por la geografía de Madrid Capital, decidimos hacer nuestra excursión mensual por El Escorial. Mejor expresado, fuimos al pueblo de San Lorenzo de El Escorial, donde está el Monasterio, y desde donde sale la ruta que va a la silla de Felipe II. Historia monumental de un tiempo pasado. Un tiempo impregnado de religión.




Nuestro propósito en esta excursión, como ya ha quedado descrito en otras entradas de este blog con este tipo de actividades, es que a los/as chavales/as les de el aire. Literalmente. Que el aire serrano les haga sentir que hay vida más allá de… Puente de Vallecas y Retiro, en este caso. Y para entender cómo se respiraba el aire hace siglos, entramos a ver el templo que hay en el Monasterio. Silencio. Frescos en el techo, columnas monumentales y una cúpula con una abertura que permite que entre la luz. Aires de grandeza.
Una vez en el exterior caminamos hasta el mismo lugar, dicen, donde se sentaba Felipe II. Desde allí contemplaba la construcción de su monasterio y así de paso le daba el aire. En este lugar, siglos después, pudimos disfrutar de este edificio, de los jardines que lo rodean y las faldas del monte Abantos. Aire puro, o, al menos, distinto al que recorre la ciudad. Un lugar propicio para la relfexión y quién sabe si adecuado para pedir algún deso, o rezar a alguien que pueda escuchar nuestras plegarias.