Desde el Aspa 3 de Villaverde, Usera y Arganzuela se han dedicado 4 sesiones a trabajar la diversidad afectivo-sexual con los/as jóvenes participantes en el Programa.

A pesar de las primeras reticencias, ya que les daba vergüenza y bastante reparo “hablar de gays”, las jornadas han sido todo un éxito, con un total de 13 participantes y una asistencia media de 7 personas por sesión.

La primera jornada consistió en dar a conocer los conceptos más destacables en diversidad afectivo-sexual, como pueden ser la orientación sexual, la identidad de género, el sexo biológico o la expresión de género, entre otros.

A lo largo de esta exposición salieron decenas de falsos mitos, que en muchas ocasiones desembocan en prejuicios y discriminaciones. Por ejemplo, uno de los participantes preguntó si desde Aspa queríamos que él fuera gay, como si la orientación afectivo-sexual fuera una opción que se pudiera asignar o elegir.

Su espontaneidad en la pregunta sirvió para aclarar que ninguna orientación sexual puede ser impuesta a nadie, y que el trabajo en esta línea se basa en aceptarse a sí mismo/a, en cualquier identidad sentida, y en construir una sociedad respetuosa con todas las personas, sea cual sea su orientación afectivo-sexual o su identidad de género.

En la segunda jornada se visionó el cortometraje “Trevor”, que presenta a un personaje con el que es fácil empatizar. Este corto dio pie a reflexiones que abordaron temas familiares, sociales, sobre bullying, sobre el amor, la amistad… Una jornada muy enriquecedora en la que las vivencias en primera persona, y otras experiencias en sus entornos más cercanos, estuvieron muy presentes.

La tercera jornada versó sobre los colores de la bandera LGTBIQ+. Tras hacer un repaso del significado de cada color presente en la bandera, se asoció cada uno de ellos con conceptos e ideas universales y fácilmente  reconocibles para los participantes.

  • El rojo, que hace referencia al AMOR, una necesidad de todo ser humano.
  • El naranja, referido a la SALUD, donde se abordó, entre otros aspectos, el inmenso daño mental que supone “luchar contra sí mismo/a”, dentro de una batalla carente de sentido, puesto que no es posible cambiar la orientación afectivo-sexual de ninguna persona.
  • El amarillo, una conquista de la vida diurna representada por el color del SOL, puesto que durante años, el colectivo LGTBIQ+ sobrevivió recluido en lugares oscuros, simbolizados con la metáfora del “armario”. El amarillo, en cambio, tiene que ver con esa conquista de las calles y de los espacios públicos, con una visibilidad en los parques, en las escuelas, en las familias, en los medios, en los trabajos… Una vida que deja de ocultarse para poder expresarse como uno/a más.
  • El verde, relacionado con la NATURALEZA, y entendiendo la diversidad como un aspecto más de toda la riqueza y variedad que compone este sistema, luchando contra esa idea de “innatural” que durante años ha acompañado al colectivo LGTBIQ+.
  • El azul, vinculado al ARTE, un ámbito donde el colectivo LGTBIQ+ ha encontrado siempre un “oasis” de libertad y expresión, a pesar de toda la censura que ha habido y que, en ciertas culturas, se sigue manteniendo.
  • El violeta, que se relaciona con la parte más ESPIRITUAL, viendo a las personas más allá de lo corporal, de lo efímero, de lo tangible. Un paso necesario hacia esa autorrealización que enunciaba Maslow en su famosa pirámide.  

Para integrar todos estos nuevos conocimientos, se hizo una manualidad donde estaban presentes estos colores y donde tenían que relacionar cada color con preguntas o cuestiones vinculadas con los conceptos e ideas anteriormente mencionadas.

Finalmente, las jornadas concluyeron con una visita al barrio de Chueca, reconocible entre otras cosas por ser el barrio LGTBIQ+ de Madrid.

Llegamos al metro de Chueca, donde en la propia parada, decorada íntegramente por los colores de la bandera LGTBIQ+, ya se logró crear el clima necesario para dar inicio a la visita.

Se comenzó el recorrido en la plaza de Chueca, narrando la capacidad de un barrio de invertir todo lo que era, es decir, un barrio absolutamente denigrado y desesperanzado, para convertirse en uno de los barrios más importantes de Madrid.

Anduvimos por la calle Pelayo, donde se originó el primer Orgullo LGTB, a mediados de los años 80, con unas pocas decenas de personas y un presupuesto paupérrimo que apenas generaba visibilidad. Nada que ver con los cientos de miles de personas que han recorrido este año el centro de Madrid en el Orgullo 2022.

Visitamos la iglesia de San Antón donde se encuentran los restos de San Valentín, santo del AMOR, poniendo especial énfasis en las barreras que ha contribuido a eliminar el barrio de Chueca a tantas personas LGTBIQ+, que durante años tuvieron que renunciar a vivir un AMOR verdadero y coherente con su orientación afectivo-sexual.

Nos adentramos en la librería Berkana, donde fuimos recibidos/as amablemente por Mili Hernández, un referente vivo del colectivo LGTBIQ+, quien nos explicó lo difícil que fue abrir una librería de temática LGTBIQ+ en el año 1993, cuando existía un tabú enorme, unido a una represión y un riesgo claro de agresión por el simple hecho de significarse con el colectivo.

Dos años más tarde, en 1995, Mili nos explicó el surgimiento de la Editorial EGALES, ya que había mucha literatura estigmatizada que no lograba ser publicada y que, gracias al activismo más valiente y eficaz, muchos textos lograron ver la luz.

Continuamos el recorrido con una parada en la plaza Pedro Zerolo, repasando la vida de este activista canario que impulsó la Ley 13/2005, que permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo, colocando a España como uno de los primeros países del mundo que daba cobertura legal a estas uniones.

Hicimos una penúltima parada en el mercado de San Antón, donde pudimos comer y reponer fuerzas para culminar nuestra visita en otra de las plazas míticas de Chueca, la plaza del Rey (llamada plaza de las Reinas durante el tiempo que dura el Orgullo) y donde pudimos conocer la historia del edificio de las 7 chimeneas, además de muchas otras anécdotas de esa plaza.

Finalmente, concluimos la visita de forma muy distinta a como se empezó, verbalizando los/as participantes lo positivo de la misma, con todo lo aprendido y compartido, y con una mirada diferente hacia el colectivo LGTBIQ+, una mirada más empática, menos juiciosa y mucho más respetuosa.

Objetivos cumplidos.  

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